Rapto de niños para anillos de pederastia

En Europa hay 250.000 menores en paradero desconocido

Fernando Paz/La Gaceta

Protección desde el poder

Lo cierto es que, de un modo formalmente cauteloso –como siempre sucede en los primeros estadios de este tipo de imposiciones-, la pederastia está siendo promovida desde las mismas instituciones. Un recato en el proceder, dirigido a desactivar toda posible alarma, por la vía de la protección desde el poder. Ni esta afirmación es gratuita ni el asunto es de ahora.
A comienzos de 2012, el gobierno griego pasó a considerar la pedofilia como una “discapacidad”, otorgando pensiones estatales de hasta un 35% a los pederastas. La Confederación Nacional de Personas Discapacitadas de ese país puso el grito en el cielo al considerar como “incomprensible” tal clasificación y su presidente, Yiannis Vardakastanis, ciego, se quejó públicamente de que esta medida iba a crear más problemas a las personas discapacitadas, al verse asociadas a los pederastas.
Los detractores de la medida sostuvieron que el gobierno griego había incluido también a exhibicionistas, cleptómanos, fetichistas sexuales, sadomasoquistas y jugadores compulsivos en esa misma categoría a fin de justificar la inclusión de los pederastas. Y todo ello tuvo lugar en medio de una formidable crisis económica, cuando se produjo el “programa de ajuste macroeconómico”, es decir, en plena intervención de la UE.
El gobierno de Atenas se vio sobrepasado por la polémica, sobre todo porque no estaban tan lejanas las implicaciones de las elites europeas con escabrosos asuntos de pederastia, y parecieron reavivarse algunas sospechas al respecto… ¿Por qué estaba el gobierno griego interesado en favorecer de este modo a los pederastas?
La relación que podía establecerse entre la elite política nacional –un grupo oligárquico al servicio del proyecto unionista de Bruselas- y la pederastia remitía, precisamente, a uno de los mayores escándalos que sacudió Bélgica en su historia, el de los crímenes de Marc Dutroux, nunca convenientemente aclarados.
Dutroux fue detenido en 1996 por crímenes cometidos entre 1986 y 1996. Había iniciado su carrera junto a su mujer violando a cinco niñas, delitos por los que apenas cumplió tres años de cárcel. Al salir de prisión le fue concedida una pensión por discapacidad y disfrutó de una atención farmacológica que le proveía de las píldoras que emplearía en sus subsiguientes crímenes.
La pensión asignada por el gobierno indignó de forma particular a la opinión pública por cuanto, mientras Dutroux se beneficiaba de ella, disponía de una capacidad financiera –gracias al tráfico de coches robados y drogas- que le permitió adquirir hasta siete inmuebles en los que torturaría, violaría y asesinaría a sus víctimas, todas ellas entre los 8 y los 19 años.
Junto a innumerables vídeos pornográficos tomados a su mujer, Dutroux grabó las violaciones y vejaciones a que sometía a las niñas –raptadas camino de la escuela- en la celda que había construido en una de sus casas. Algunas de las chicas murieron de inanición y a uno de sus cómplices lo enterró vivo tras drogarlo.
Los errores de la policía en la investigación fueron tan gruesos que no hicieron sino aumentar de nuevo la ira de la opinión pública. En un principio, se habló de incompetencia policial, pero las cosas tomaron otro cariz cuando el juez de la causa, Jean-Marc Connerotte, confesó públicamente, entre sollozos, las presiones a las que estaba sometido por parte del gobierno, y denunció que “importantes personalidades trataban de detener el juicio”; había recibido, procedentes de la policía, informaciones relativas al peligro que corría su vida. “Nunca antes” –declaró entre sollozos- “ha sido puesta tanta energía en contra de una investigación”.
El juez Connerotte sacó la conclusión de que Dutroux formaba parte de una red mafiosa, y que esta influía en la investigación e incluso en el juicio. Las cosas se complicaron aún más cuando, por esas mismas fechas (diciembre de 1996) al habilitarse una línea para facilitar las denuncias anónimas, un muchacho de veintidós años, llamado Olivier Trusgnach, acusó al ministro conservador de Educación, Jean-Pierre Grafé, de haber mantenido relaciones sexuales con él siete años atrás, cuando el joven contaba quince. Grafé dimitió al saberse que un pederasta arrepentido que colaboraba con la policía le acusaba, igualmente, de haberle proporcionado chicos de unos doce años.
Sin embargo, la imputación de Trusgmach se hizo extensiva al socialista Elio di Rupo. Di Rupo llegaría a ser presidente del gobierno belga durante tres años, desde 2011 y hasta octubre de 2014, y también desempeñó altos cargos en la Internacional Socialista, pero entonces era viceprimer ministro y antecesor de Grafé en la cartera de Educación. El testimonio de Trusgnach no fue considerado definitivo, y otros más que se adujeron se consideraron insuficientes para promover su destitución; él lo negó todo aunque, con una cierta habilidad, admitió su homosexualidad, lo que a mediados de los noventa era aún escandaloso y de este modo consiguió desviar el debate de su culpabilidad.
Durante el juicio, que comenzó en marzo de 2004, más de siete años después de haber sido detenido, Dutroux aseguró innumerables veces que tanto él como sus cómplices formaban parte de una red de pederastia europea que abarcaba a muy destacados miembros de la política, de los estamentos de seguridad y del empresariado. Hasta el día de hoy, el juez Connerotte defiende que la inexplicable actuación de la policía durante la investigación hizo posible la muerte de, al menos, cuatro niñas.
Durante el juicio de uno de los cómplices de Dutroux, Michel Nihoul, una testigo le acusó de formar parte de una trama mucho más amplia y que además abarcaba otras actividades delictivas tales como prostitución infantil, pornografía infantil, violación, zoofilia, abortos y asesinatos. Sin embargo, se prefirió ignorar todo ese cúmulo de indicios y testimonios y cerrar el juicio con la condena a cadena perpetua de Dutroux (después de un rocambolesco intento de fuga de este).

El círculo de pedófilos de Westminster

A fines de 2014, el Daily Telegraph publicó el testimonio de una agente de policía, de acuerdo al cual la policía y los servicios de información de ese país podrían haber estado encubriendo durante años la comisión de crímenes perpetrados por destacadas personalidades del país sobre niños a los que, además de abusar, habrían asesinado. La detective, Jackie Malton, es una mujer muy conocida en su país por trabajar en televisión y por haber declarado públicamente su condición de lesbiana.
Malton fue contratada por un hombre que sospechaba que su hijo pudiera haber sido víctima de una red de pederastia que proveía de niños a clientes de muy alta posición. Según la detective, el padre habría recibido la llamada de un prostituto, quien le habría relatado cómo fue testigo de la desaparición de un pequeño de unos ocho años en 1981. El relato encajaba con el rapto del niño, Vishal Mehrotra, mientras estaba de compras en el centro de Londres y que había sido conducido al área de Elm Guest House in Barnes, al suroeste de la capital; pero –recuerda Malton- llegados a ese punto, la policía desistió de su investigación.
Alrededor de un año después de su desaparición se encontraron la calavera y algunas costillas de Vishal en una remota zona de marismas muy lejos de Londres. Sin embargo, eso no hizo que la policía reactivase la investigación por aquél entonces, a comienzos de los años ochenta.
Treinta y dos años después de los hechos, la policía volvió a situar la Elm Guest House como objeto de sus pesquisas, al aparecer una presunta víctima que manifestó haber sido testigo de la muerte de varios niños a manos de algunos diputados en esa dirección. La investigación fue bautizada como “Operación Midland”.

La casa de los horrores

El relato de la acusación continúa situando a Elm Guest House, una zona situada a poca distancia del parlamento y donde muchos diputados tienen sus pisos, en el epicentro de toda esta trama. De acuerdo al mismo, Elm Guest House se convirtió durante años en el destino habitual de niños de entre 10 y 12 años, enviados desde un orfanato de Londres. Uno de esos niños utilizados en las fiestas sexuales de personalidades muy destacadas, “Nick”, aseguró haber estado presente cuando un crío de diez años fue estrangulado delante de varios testigos por uno de estos diputados. Recuerda cómo, durante las orgías en las que eran violados por varios hombres, podía suceder cualquier cosa: “lo vi todo mientras sucedía, no sé cómo es posible que haya sobrevivido”.
Quizá sobrevivió porque fue su propio padre quien le vendió a unos “hombres poderosos” para que abusaran sexualmente de él. Nick -que sospechó desde el primer momento de qué iba todo aquello- llegó junto con la víctima a la fiesta, y en seguida se dio cuenta de que no estaban solos; había más chicos como ellos, y muchos adultos. Según Nick, el más repugnante de todos aquellos sujetos era cierto diputado conservador, el mismo que estrangularía delante de varios miembros de la Cámara de los Comunes a su aterrado acompañante.
También ha revelado al Sunday Times cómo, en cierta ocasión, se deshicieron de un niño de diez años tras haberle violado; le arrojaron desde un coche en marcha a toda velocidad. Y aún fue testigo de un tercer crimen.
Es probable que bastantes más niños hayan sido asesinados de esta u otras formas durante los años ochenta por hombres de elevada posición del Reino Unido. Los asesinos actuaban con impunidad porque estaban protegidos por la policía, según relato de antiguos miembros de Scotland Yard: “se nos ordenó que cesásemos las investigaciones; había un grupo de pedófilos en el parlamento, pero eran intocables”.
Nick entregó a las autoridades una lista de nombres que incluía a doce personalidades relevantes de la vida pública británica. Entre ellos hay tres antiguos parlamentarios conservadores, uno de ellos ex ministro, y otro laborista. La denuncia de los policías de Scotland Yard retirados acerca de la prohibición que se impuso en su día a la policía, ha cobrado más sentido al saberse que en la lista de Nick está incluido Sir Peter Hayman, quien fuera subdirector del MI6, los Servicios Secretos de Inteligencia. Algunos de quienes aparecen en esa lista siguen en activo.

El viaje a ninguna parte

La investigación de este tema comenzó en los primeros ochenta, a partir del llamado “Dossier Dickens”, cuando el parlamentario conservador de igual nombre entregó al ministro del Interior, Leon Brittan, una carpeta con 114 archivos en los que se
implicaba a poderosas personalidades del país. Pero en 1984 la carpeta desapareció y jamás se supo de ella. Según Brittan, la entregó a los funcionarios del ministerio, quienes la extraviaron, al parecer. El nombre de Brittan surgiría algo más tarde en la investigación como uno de los asiduos de Elm Guest House. Brittan había sido acusado también de una violación cometida en 1967 sobre una joven de 19 años.
Pero existía una copia, que estaba en manos de una diputada laborista, quien la puso en manos de un periódico local. El director del rotativo fue requerido por agentes del MI6, en el nombre de la seguridad nacional para que entregase el material. Naturalmente, lo entregó.
Empero, el escándalo se reactivó con los nuevos datos, y Scotland Yard tuvo que admitir que “el Reino Unido, entre los años 70 y el 2000, ha sido el escenario de una enorme red de pedófilos”, entre los que se incluyen notorios parlamentarios y lores, todos ellos presuntamente encubiertos durante décadas por el gobierno y los servicios policiales y de seguridad.
Uno de estos ex policías ha señalado los vínculos de Jimmy Saville con el Círculo Pedófilo de Westminter. Saville, un muy popular disc jockey y presentador de la BBC, fue acusado a su muerte, en 2011, de perpetrar todo tipo de abusos con cientos de niños –algunos de ellos hospitalizados- y minusválidos, durante décadas. Las acusaciones que se efectuaron en vida jamás prosperaron.
Lo mismo sucedió con las personalidades más notorias acusadas de participar en las orgías de Elm Guest House. El caso de Edward Heath, premier británico entre 1970 y 1974, y el de Lord Bramall, no llegaron más allá, ya que la investigación los exoneró.
También exonerado de los crímenes pedófilos de Elm Guest House resultó Harvey Proctor. Proctor fue diputado conservador durante ocho años en el parlamento en los ochenta, hasta que hubo de dimitir cuando se le acusó de contratar a chaperos menores de edad. Sin embargo, en cuanto la investigación de la “Operación Midland” no se pudo probar nada, según la policía.
Proctor pidió entonces la dimisión de los responsables porque, explicó, en realidad todo aquello era un montaje para “cazar homosexuales”.
La investigación de este tema comenzó en los primeros ochenta, a partir del llamado “Dossier Dickens”, cuando el parlamentario conservador de igual nombre entregó al ministro del Interior Leon Brittan una carpeta con 114 archivos en los que se implicaba a poderosas personalidades del país. Pero en 1984 la carpeta desapareció y jamás se supo de ella. Según Brittan, la entregó a los funcionarios del ministerio, quienes la extraviaron, al parecer.
Pero existía una copia, que estaba en manos de una diputada laborista, quien la puso en manos de un periódico local. El director del rotativo fue requerido por agentes del MI6, en el nombre de la seguridad nacional para que entregase el material. Naturalmente, lo entregó.
El escándalo se ha reactivado con los nuevos datos, y ahora Scotland Yard admite que “el Reino Unido, entre los años 70 y el 2000, ha sido el escenario de una enorme red de pedófilos”, entre los que se incluyen notorios parlamentarios y lores, todos ellos presuntamente encubiertos durante décadas por el gobierno y los servicios policiales y de seguridad.
Uno de estos ex policías ha señalado los vínculos de Jimmy Saville con el Círculo Pedófilo de Westminter. Saville, un muy popular disc jockey y presentador de la BBC, fue acusado a su muerte, en 2011, de perpetrar todo tipo de abusos con cientos de niños –algunos de ellos hospitalizados- y minusválidos, durante décadas. Las acusaciones que se efectuaron en vida jamás prosperaron.
La investigación sigue abierta en Gran Bretaña. El escándalo está servido, pero amenaza con hacerse mayor. Mucho mayor.

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