Milagros de Santa Rosa de Lima



Los devotos de Santa Rosa de Lima recuerdan como milagros las siguientes tradiciones:

- Santa Rosa de Lima tenía la imagen de un Niño Dios, a quien llamaba "El Doctorcito" y al que le pedía las curaciones de sus enfermos; este Niño le dijo un día: "Rosa de Santa María, sé mi esposa", es así como realizó su matrimonio místico, por eso ella llevaba un aro con esta inscripción.

- Se le atribuyen maravillosas y extraordinarias curaciones y otros muchos milagros pedidos a Cristo por su intermedio. Así se refiere que cuando incursionó por el Callao el pirata Spigbert, Santa Rosa convocó a los habitantes de Lima, en el atrio de Santo Domingo, para proteger el santísimo; y gracias a sus oraciones logró que se retirase sin atacar el Callao ni la capital virreinal, pese a que se hallaban prácticamente indefensos.


- En su jardín brotó espontáneamente un rosal, siendo estas las primeras rosas que se produjeron en Lima.


-Asimismo, se dice que logró estar simultáneamente en varias partes del mundo. 

-Se cuenta también que el Papa Clemente IX guardaba dudas sobre su canonización, por lo que exclamó: "Santa y Limeña…? Solo un milagro podría convencerme" y en ese momento empezaron a llover pétalos de rosas.




Obras de caridad de Santa Rosa de Lima


Santa Rosa de Lima, era laica terciaria, haciendo gala de una gran modestia, practicó la caridad con todos, especialmente con los pobres y enfermos. Con el permiso de su familia dispuso de un espacio de su casa para acoger dolientes, entre los que había esclavas, criadas y mujeres indigentes. Cuentan los testigos de su vida que, además de ocuparse de la salud corporal de sus pacientes, los persuadía y alentaba a vivir las virtudes cristianas. 

En cierta ocasión, trato a una africana moribunda, pagana aún, pero que se hacía pasar por cristiana, pues en casa de su amo los esclavos que sabían hablar castellano la maltrataban con burlas. Rosa le mostró las ventajas de la fe, y la negra, un día antes de su muerte, aceptó gustosa el bautismo. 

En la misma línea de la caridad, sentía dolor y obligación por el estado de abandono espiritual en el que vivían muchos indios del Perú, que habían retornado a sus viejos ritos idolátricos. Tuvo noticias, como muchos limeños, de los procesos que en extramuros se llevaba a cabo contra los cultos prehispánicos. Conturbada, exhortaba con firmeza a los sacerdotes a fin de emprender una evangelización vigorosa y comprometida con la salvación de los nativos.