Por qué sería egoísta no corregir a Francisco


A estas alturas del pontificado muchos, por ignorancia, o por ceguera voluntaria, no ven el cuadro peligrosísimo para la fe que representa Francisco. Otros no quieren juzgar el desastre y a quién lo procura. Pero el pecado es el pecado y debe corregirse, más todavía si la fuente que debería dar de beber a Cristo se ha llenado de agua putrefacta y destila veneno para nuestras almas.

A otros les revienta que corrijamos a Bergoglio y dan la excusa de que atentamos contra la unidad eclesial y la persona del "papa", pero lo que persiguen en realidad es acabar con la misión salvadora de la Iglesia, apoyando los cambios bergoglianos, puesto que es a Satanás a quién sirven y es por él por el que trabajan condenando a las almas.

Aquí una reflexión sobre la corrección del pecado ajeno, pero en primera instancia incluyamos el del que se dice vicecristo, (publicado en ChurchPop):

Hay mucho pecado alrededor nuestro  en nuestro mundo de hoy. Como cristianos, ciertamente estamos llamados a negarnos a participar en el pecado y a buscar la santidad.

Pero, ¿es suficiente? ¿Sólo es una búsqueda privada de la santidad con la gracia de Dios lo que los cristianos están llamados a hacer?

Por supuesto que no. La misión primaria de la Iglesia es evangélica. Es decir, todos estamos llamados a compartir con otros el Evangelio de la gracia y el perdón en Jesucristo.

Es importante señalar la verdad sobre el pecado a los demás, porque eso es de lo que Jesús nos salva. El pecado, la transgresión de las leyes de Dios, es mortalmente serio. Es exactamente lo que envía a una persona al infierno para toda la eternidad. Lo que significa que si amamos a otras personas, tenemos que advertirles sobre el pecado.

De hecho, esta responsabilidad está consagrada como una de las 7 obras espirituales de misericordia: amonestar a los pecadores.

La importancia de advertir a otros sobre el pecado también fue un tema importante de las lecturas de la misa el domingo pasado. Esto es lo que escuchamos del Antiguo Testamento:

"Así dice el SEÑOR: A ti, hijo de hombre, te he designado guardia para la casa de Israel; cuando me oigas decir algo, tú los advertirás. Si yo digo al impío: "Oh, malvado, ciertamente morirás", y no hablas para disuadir al impío de su camino, el impío morirá por su culpa, pero yo te haré responsable de su muerte. Pero si adviertes al impío, tratando de apartarle de su camino, y él se niega, morirá por su culpa, pero tú te salvarás. "(Ez. 33.7-9)

La lectura del Nuevo Testamento nos dijo cómo hacerlo: primero hablando con la persona en privado, luego con unos cuantos, buscando luego la intervención de la jerarquía de la Iglesia - todo por preocupación amorosa para salvar a la persona.

Sí, hacer esto bien requiere prudencia y, como en todas las cosas, debe proceder de la caridad. Y sí, debemos examinar sobriamente nuestras propias vidas primero  (Mateo 7.1-5).

A veces es muy imprudente y egoísta no advertir a una persona acerca del pecado, ya que éste es muy destructivo. Puede ser una cuestión de justicia intentar detener el pecado para salvar a aquellos que son perjudicados por este pecado.

Además, si nuestro silencio se debe a la cobardía, pereza, o no querer complicarnos la vida u otras causas, es que no tenemos amor. Debemos estar absolutamente dispuestos a sufrir las consecuencias sociales, incluso el martirio, por defender lo que es correcto.