Dejaos poner el sello de los escogidos



MENSAJE DEL DÍA 4 DE ABRIL DE 1985. EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

EL SEÑOR:

Hija mía, mi agonía no fueron tres horas. Mi agonía sigue hasta el fin del 
mundo. ¿Sabes quién me hace esa agonía dura? Muchos de mis sacerdotes, 
de mis almas consagradas. Les he dado mucho; son los que más han recibido. 
Y los peores, hija mía; los que peor corresponden a mi amor.

Pensad, hijos míos, que estoy prisionero en el sagrario por todos los 
hombres. Y también pido que améis mucho a mi Madre, porque el que ama a 
mi Madre me ama a mí también, porque yo amo mucho a mi Madre.
También os digo que pidáis por los sacerdotes. Y a los sacerdotes les pido 
un poquito de amor; que estoy mendigándoles. ¡Un Rey Creador mendiga un 
poquito de amor! Pedid por ellos, hijos míos.

También te digo enérgicamente que les digas que despierten de ese 
sueño; que están aletargados. El demonio los tiene así postrados, para 
apoderarse de sus almas. ¡Mi Corazón los ama tanto! Pero corresponden 
muy poco a ese amor que siente mi Corazón. Son ingratos, hija 
mía. Han abandonado la oración y el sacrificio, pero aún los sigo amando. Y sigo 
derramando gracias para que se arrepientan. Pedid por ellos. Decidles que se 
unan a mi ejército de ángeles y que se dejen sellar por ellos.

Estáis en una hora muy crítica, hijos míos. Dejaos sellar; dejaos poner el sello de los escogidos. Satanás también está sellando y quiere apoderarse de la mayor parte de la Humanidad. En muchas frentes y en muchas manos hay el 666, hijos míos. No os dejéis engañar por la astucia de Satanás.

Amad a mi Madre. Que mi Madre os traerá a mí. Y yo os llevaré al Padre. Y 
vendré como juez cuando venga. No vendré como amigo, hijos míos. Por eso 
os pido que procuréis hacer buenas obras. Amaos los unos a los otros, 
confesad vuestros pecados. Cumplid con los diez mandamientos para que os podáis salvar, hijos míos.

No penséis que el tiempo está lejos; que el tiempo está cerca, hijos míos. 
Ahora estoy derramando gracias y mi Corazón viene como amigo, lleno de misericordia; pero, cuando llegue ese momento, esa hora tan terrible, no oiré lamentos, hijos míos, no escucharé vuestros gemidos. Estad preparados, que es una hora muy importante. Mis ángeles están marcando, hijos míos, con el sello de los escogidos. 

Os amo mucho, hijos míos. No rechacéis mi amor.

Vas a beber las gotas del cáliz del dolor, hija mía...

Está amargo, hija mía. Esa amargura siente mi Corazón por todos mis hijos, pero especialmente por las almas consagradas; por esos sacerdotes que son sacerdotes de nombre; pero que no cumplen, hija mía. Pedid por ellos. Yo les he dado todo; incluso, hija mí
a, he entregado mi Cuerpo a ellos, para que ellos lo conduzcan donde quieran. Estoy sediento de amor.

Dadme amor, hijos míos; que mi Corazón está sediento. No seáis ingratos.
Tú, hija mía, vas a volver a beber del cáliz del dolor. Faltan pocas gotas, 

hija mía. Y cuando se acaben será el final.